el mundo se derrumbó ayer
sólo queda el silencio de una ciudad vacía
una neblina hecha de polvo
y el esqueleto de casas sin puertas ni ventanas
caminar por el barrio ya no es lo mismo
no hay límite entre la calle y la vereda
pero perduran los aromas y los sonidos
el perfume de albahaca tierna de mi abuelo
resiste el ataque de los pajaritos
y hojas secas barridas por el viento
avanzo entre la niebla, a tientas
la parra ya no existe
pero su vaho casi me voltea
igual que en las tardes de diciembre
doblo en una esquina, que parece la de mi casa
allí está el comienzo de todo
la arena fina, unos leños que arden
y el mar que siempre me convoca.
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