Mis primeros amores eran inventados, pura fantasía. Con el cabezón, en su casa del pasaje Mar del Plata, recortábamos fotos de chicas de la revista del Clarín y las pegábamos en hojas. La mía, por alguna razón extraña, siempre se llamaba Leticia.
La elegía con boina y polleras, recuerdo. Después de nuestro banquete revisteril, los lunes en los recreos inventábamos historias de salidas y besos robados. También, en la peluquería de JR -le pusimos ese apodo por su parecido con el malo de Dallas- me dejaban embobado las tapas con la carita de Graciela Alfano, era un ángel.
Cuando estaba en segundo grado tenía una maestra muy linda. Era rubia, media petiza y de rulitos. Se reía todo el tiempo, pero más cuando la iba a visitar el director. El hombre era verdaderamente popular dentro del colegio. Su nombre era coreado en las fiestas de fin de año. Tenía un Renault 12 celeste y años después lo vieron fuera de horario escolar con la señorita de la risa fácil.
A mi me gustaba esa maestra, confieso, como a casi todos mis colegas de grado. Taca, medio en joda medio celosa, le recordaba a mi abuelo su interés en irme a buscar al colegio durante ese año. Para mi fue el año más generoso de mi abuelo, me compraba los viernes dos paquetes de figuritas del Mundial 82. Igual nunca me salió la “figu” maldita, la del tano Paolo Rossi.
Pero bueno, después estaban las minas reales, las que estaban al alcance de la mano, las compañeras. Había una increíblemente bella y con aire de vedette. Era claramente la más linda del grado. Lo peor era que lo sabía.
Todas las semanas la chica A, llamémosla así, armaba su ranking semanal. El papelito era enviado por alguno de nosotros y decía: “¿De quién gustas? Primero, segundo y tercero. En silencio, como presos que se pasan algún mensaje, el papelito llegaba con las noticias sobre los elegidos para los próximos 7 días.
De esta manera, durante esa semana, cada uno de nosotros se transformaba en una especie de novio de América. La chica A sonreía, sus dientes eran perlas, y hablaba con los elegidos del ranking.
Después estaba la chica B, que estaba perdidamente enamorada de mí. Bueno, por lo menos, eso me decía en sus cartas. Recibía varias por semana perfumadas, con dibujos, versos y declaraciones de amor eterno. Claro es fácil hablar de eternidad a los 8 años, pero bueno esa es otra historia.
El tema es que la luz de la chica A brillaba con demasiada fuerza. La semana que me tocó liderar el ranking de la aprendiz de vedette, estaba en un embrollo. Fue el momento de enfrentar mi primer drama amoroso y sin la ayuda de una cerveza.
Después de un match de tenis con el Cabezón y el Tano en el pasaje Mar del Plata, les conté mi problema. Esto ya excedía largamente el recorte de las chicas de la revista de Clarín. Ahora me enfrentaba a dos “Leticias” de carne y hueso.
Sentados en el cordón, frente a la casa de una vieja que tenía un árbol de mandarinas, se decidió el pequeño drama. El cabezón era un tierno, pese a que ya tenía la fuerza de un mastodonte, y me decía que me quede con B que A te olvida en una semana. El Tano, mucho más pillo (ya les voy a contar sus caminatas lunares algún día), me pedía que intente lo imposible: “Tenés que besar a la chica A, ser el primero”.
Bueno ese lunes aparecí al tope del ranking, lamentablemente. Los cachetes se me pusieron más colorados que nunca. Mis pecas eran casi violetas y transpiraba toda la maldita polera que me había puesto mi mamá.
Como preferido de esa semana tenía el privilegio de ver a la chica A de cerca, mientras jugaba al elástico. Estaba en el segundo patio, el que tenía una pequeña pileta de natación en el fondo, pasé cerca de ella sin mirarla. Me acerque a B le dediqué una sonrisa y me fui con el Tano y el Cabezón a jugar a Swat, por suerte esa semana me había tocado el papel de Luca, el francotirador. Ya había tomado una decisión.
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2 comentarios:
Quedate con B que la otra es mala!!!
Querido amigo; te llego el momento de poner también el corazón sobre la mesa.
Muchas veces hablamos de 'Chicas A' y 'Chicas B' - claro, sin estar sentados en el cordón de la vereda -,y de lo importante que es tomar la decisión correcto, y lo que cuesta soportar las decisiones de los demás.
Hiciste bien: las chicas malas no cambian, aunque nos gusten mucho a nosotros los buenos.
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